Reflexiones

En la vida hay momentos de alegría, dicha y euforia, también de tristeza, pena y dolor, son los momentos que sumados, restados y entremezclados o aliados arman el libro de nuestras memorias.
Cuando nos damos un pequeño respiro en nuestra carrera cotidiana y comenzamos a hojear este libro, nos encontramos con personas y pasajes de la vida que en su momento no supimos aquilatar y no le dimos la ponderación que merecían, sea por la pasión de la situación misma, sea por no darnos los segundos reflexivos o también por causa de nuestra arrogancia desmedida que muchas veces no nos permite ponderar el actuar y decir de las personas que nos rodean (circunstancias que, pienso, también valen para todos aquellos que dicen o hacen).
Mi vida es una cantidad de hechos y sensaciones que se van sucediendo y escribiendo mi historia personal, y aunque muchos no lo crean entre todos esas situaciones vividas he ido descubriendo que allí esta la felicidad, pero a su vez me he dado cuenta que la felicidad no es un lecho de rosas ni una avenida iluminada que nos conduce a un final
lleno de riquezas, comodidades y tranquilidad.
La felicidad, hoy puedo decir que es la risa, las rabietas y el abrazo de José Ignacio, el llanto, los pañales y la sonrisa de Santiago Jesús, el apoyo de mi madre querida.
También puedo agregar que felicidad es correr cubriendo el fin de mes con los cheques que muchas veces no llegan en el momento oportuno y haciendo fila en el banco, pensando en la papa y las vacunas de Santiago Jesús y que es la hora de ir a buscar a José Ignacio al colegio, y es mayor la felicidad cuando llego a la casa y Santiago entre llanto y sonrisas me extiende sus brazos y Nacho llega corriendo y me entrega una pequeña tarjeta que hizo en el colegio y con letras irregulares simplemente dice: te quiero mamá.
También es parte de mi felicidad el logro de metas de mis alumnas de la academia, el cariño con que me reciben cuando llego, la dedicación y devoción de las personas que trabajan conmigo y el apoyo y cariño que me brindan en forma desinteresada papás y apoderados.
Los familiares cercanos, que muchas veces creo que están lejanos; los lejanos que sin pensarlo, muchas veces están cercanos también contribuyen con una palabra o un llamado de saludo y aliento a llenar páginas del libro de mi vida.
Y hay otras y otros de los que no me olvido, que llenan importantes capítulos de mi historia y aunque no tienen porqué siempre están ahí y en todo momento, sea este de alegría o de dolor; me han brindado su cariño y apoyo incondicional, lo cual me ha dado la fortaleza necesaria para enfrentar los vaivenes que me ha deparado el destino. Ellas y ellos son mis amigos que ayer como hoy se que están.
Quiero terminar estas líneas diciendo que sumando y restando sinsabores y alegrías, triunfos y fracasos, ausencias y presencias me da como resultado en las cuentas del balance que tengo un superávit de felicidad.
Gracias a todos. A todos, por contribuir a ello.